La tinaja, un recipiente que se ha utilizado toda la vida para elaborar vino en La Mancha, y muy concretamente, en Villarrobledo, uno de los mayores productores donde los tinajeros se dejaban la piel trabajando en piezas únicas que podían llegar a alcanzar cuatro metros de altura y que han servido durante siglos para conservar la naturalidad y la autenticidad del vino.
Con el surgimiento de nuevos avances tecnológicos y métodos alternativos, muchos bodegueros abandonaron este material. Desde hace unos años, esta forma de vinificar vuelve a estar de moda en bodegas de todo el mundo que apuestan por una producción en tinajas, otorgando a sus vinos un valor diferencial y conservando las características únicas de la tierra.
La arcilla, material del que está hecho este tipo de recipientes, se caracteriza por ser porosa, lo que proporciona a los vinos una microoxigenación durante el período de crianza y no cede ningún aroma, como sucede con las barricas de roble. Lo que cambia es la estructura del vino y las sensaciones en boca al conservar los aromas primarios, consiguiendo vinos más frutales.
Gracias a la microoxigenación en barro, el sabor original de la uva se mantiene mucho mejor, dejando un toque más afrutado, a diferencia de las barricas de madera que aportan aromas a vainilla, a tostados. Además, logran dar respuesta a la demanda actual, ya que cada vez se buscan vinos con menos madera. Los vinos con mucha madera están perdiendo cuota de mercado y se tiende a buscar vinos más frescos y más agradables.
Por otro lado, la forma ovoide que tienen no es casual. En las primeras fases de la fermentación, al ser acotada la tinaja por la base, los sedimentos se almacenan en vertical, lo que hace que haya menos superficie de partículas en contacto con el vino y por lo tanto no se transfieran malos sabores y olores.
Según Antonio Serrano, “no pretendemos poner la tinaja frente al roble, que además, son perfectamente compatibles, sólo planteamos la tinaja como una alternativa para conseguir un perfil de vino diferente, más adaptado a otro tipo de público”. Según explica, “al estar afinados en tinaja, se obtienen vinos más frescos, con rasgos frutales más marcados que abre posibilidades a un consumidor que busca vinos diferentes, lo que también supone una puerta a los mercados internacionales, donde se consumen vinos más ligeros y frutales”.
Los viñedos de Bodegas Antonio Serrano son propios y ecológicos, algunos con más de 50 años de antigüedad. El equipo familiar formado por el propio Antonio, viticultor y enólogo, y sus hermanos, Guada y Javi, ambos ingenieros, decidieron apostar por este método ancestral de elaboración y empezar la difícil tarea de emprender y recuperar viñedos y elaboraciones desaparecidas.